El 10 de febrero de este año el país marcó un nuevo récord histórico de demanda: 30.240 MW a las 14.45, superando el pico anterior de 29.653 MW registrado en febrero de 2024, según datos de Cammesa. Ese salto no fue gratuito: expuso otra vez las debilidades de una red que se satura con cada ola de calor y deja a miles de usuarios a oscuras.
Un sistema al límite
El patrón ya es conocido: cuando la térmica no baja de los 30° y los aires acondicionados se encienden en modo continuo, el Sistema Argentino de Interconexión (SADI) entra en zona roja.
“Cada verano es más largo, más caluroso y más eléctrico”, sintetiza Nicolás Giorlando, socio y gerente general de Solhé, empresa mendocina especializada en energía solar, con más de una década de trayectoria en el sector. “La matriz de consumo está cambiando: el aire acondicionado dejó de ser un lujo para transformarse en un electrodoméstico básico. El problema es que lo hicimos sin fortalecer la infraestructura ni cambiar la forma en que producimos energía”, agrega.
El estrés no sólo se siente en los hogares de Mendoza. El interior productivo -fincas, bodegas, plantas industriales- también empuja fuerte la demanda con sistemas de riego, cámaras de frío y procesos continuos. En toda la región de Cuyo, donde la radiación solar es de las más altas del mundo, la paradoja es evidente: abundancia de sol y dependencia casi total de una red que colapsa cuando más se la necesita.
Tarifas: menos subsidios, más presión sobre hogares y empresas
Mientras el sistema se satura, el “colchón” de los subsidios se achica. En solo un año, el Estado nacional pasó de cubrir alrededor del 78% del costo de la energía eléctrica en enero de 2024 a apenas el 16% en enero de 2025.
El giro se apalanca en subas fuertes de tarifas. Solo en junio de 2024, el nuevo esquema implicó aumentos del 22,8% para usuarios de altos ingresos, 155,8% para ingresos medios y 99% para los de menores ingresos en electricidad, de acuerdo con cálculos de la Secretaría de Energía.
A eso se suma que, según un análisis reciente, el costo de la electricidad para empresas se multiplicó por cinco en los últimos tres años, erosionando márgenes de PyMEs e industrias. No sorprende entonces que, aun con las tarifas más caras de los últimos 30 años, sigan reapareciendo cortes masivos cada vez que sube la temperatura.
“Lo que vemos en las facturas es el fin de una era de energía artificialmente barata. La baja de subsidios era inevitable, pero no debería traducirse sólo en boletas más altas sino en un cambio estructural”, sostiene Giorlando.
Qué esperar este verano
Los datos de cortes muestran una tendencia preocupante: más gente sin luz, por más tiempo, con un sistema batiendo récords de demanda año tras año.
Para el sector productivo, el impacto va mucho más allá del malestar: un corte de dos horas en una bodega, una planta de alimentos o un data center puede significar pérdida de materia prima, multas por incumplimiento y daños de equipamiento. De allí la búsqueda de alternativas que no dependan totalmente de la red.
“Cada apagón en una finca o en una bodega se traduce en litros de vino en riesgo, cosechas que no se riegan a tiempo o equipos que se dañan por picos de tensión”, describe el gerente de Solhé. “En términos económicos, es un costo que rara vez se ve en la factura, pero que termina siendo mucho más caro que invertir pasándose al sol”.
Hogares, PyMEs y fincas: cómo se ve el ahorro en la práctica
En este contexto, la energía solar dejó de ser percibida sólo como un gesto ambiental para convertirse en un activo económico y de gestión de riesgo.
Según la Cámara Argentina de Energías Renovables (CADER), más de 2.500 empresas del país ya generan parte de su electricidad con paneles solares, reduciendo su factura entre 50% y 70% durante los próximos 25 a 30 años. La misma fuente estima plazos de repago de entre 3 y 7 años, según ubicación y perfil de consumo:
PyMEs industriales y comercios: con sistemas on-grid o híbridos, los ahorros anuales pueden superar los USD 10.000 en instalaciones medias, con retornos estimados en 3 a 5 años.
Grandes usuarias (GUDIs): para demandas superiores a 300 kW, el diferencial entre el costo nivelado de la energía solar (en torno a 20 USD/MWh) y las tarifas actuales (60 a 85 USD/MWh, según categoría) vuelve muy competitivo al fotovoltaico.
Agro y fincas: la combinación de bombeo solar para riego, cámaras de frío y generación distribuida reduce tanto el costo operativo como la dependencia de generadores diésel, con impacto directo en huella de carbono y logística.
En el segmento residencial, en condiciones típicas, los plazos de recuperación de la inversión rondan entre 2 y 3 años en Mendoza. Para una familia tipo, un sistema fotovoltaico puede permitir ahorros de hasta un 75%
En empresas y fincas el ahorro depende de la inversión que se realice pero se pueden disminuir en hasta un 65% con inversiones que van desde los U$10.000. En verano, el alivio sobre la factura puede ser aún mayor, porque coincide el pico de generación solar con el pico de consumo.
“Cuando un hogar o una empresa instala paneles, deja de ver la factura de luz como una fatalidad mensual y empieza a gestionarla como un costo fijo previsible por 25 o 30 años. En la práctica, es como comprar hoy parte de la energía de las próximas tres décadas a un precio que no se vuelve a indexar con inflación ni devaluación”, asegura Giorlando.
El verano 2024-2025 dejó un mensaje claro para el mundo de los negocios: el riesgo energético se volvió tan relevante como el cambiario o el financiero. Con un sistema que marca picos de demanda récord, cortes crecientes y un esquema de subsidios en retirada, seguir dependiendo al 100% de la red es una apuesta cada vez más cara.
“En Argentina el sol no falta; lo que faltó hasta ahora fue la decisión de usarlo como un activo estratégico”, concluye Giorlando.