Con una importante afluencia de público general y especializado, el enólogo italiano Roberto Cipresso habló sobre las raíces del vino y el vino argentino. Acompañado por la magíster y escritora mendocina Julieta Gargiulo y por el cónsul general de Italia Giuseppe D’Agosto, el especialista dio una charla magistral, muy celebrada por los presentes. Dividida en tres conceptos básicos, el reconocido winemaker y escritor reflexionó sobre ideas profundas con relación a la vid, el terruño y el ser humano. Además, respondió preguntas del público acerca de su historia personal y profesional que mostró a las claras su pasión y experiencia por el vino y la vitivinicultura argentina y en general.
El encuentro, que se llevó a cabo en la Nave de la UNCuyo y contó con el apoyo de Bodegas de Argentina, se realizó en coincidencia con la 9° Edición de la Semana de la Cocina Italiana en el Mundo. Se trata de una iniciativa que promueve y potencia la oferta de restaurantes italianos en Mendoza de calidad. En sus palabras de bienvenida, D’Agosto subrayó la importancia de reflexionar acerca de nuestras raíces, “de dónde venimos y hacia dónde vamos”. Agregó que buena parte de ese pasado se encuentra en Mendoza y en el vino que aquí se elabora.
Gargiulo, quien anunció la reedición de su libro “Tras las huellas de Italia en América”, repasó la historia del vino como personaje cultural y los lazos entre ambas naciones a través de esta noble actividad.
Con emoción y el foco puesto en la experiencia que ofrece el vino y la posibilidad de elaborarlo, Roberto Cipresso realizó un paralelismo entre la vid y el ser humano durante la primera parte de su exposición. Entre otros puntos destacó cómo las raíces de la vid buscan nutrientes en la tierra al tiempo que las personas también están ligadas a su territorio, origen y vivencias. “Tanto la vid como el hombre buscan preservar y garantizar la supervivencia de la especie, en especial en contextos difíciles”, definió el experto. Repasó, también, los modos en que las plantas nutren sus raíces, logran adaptarse y el modo en que hasta modifican su metabolismo, comportamiento y características a partir del ambiente y del suelo; al igual que lo hace el ser humano.
“El vino que sobrevive y que emociona es el que lleva el gesto y la genialidad de su dueño y del paisaje de donde viene”, se entusiasmó Cipresso, quien abordó desde allí la segunda parte de su exposición. Bajo la idea de “Memoria y Tradición”, el enólogo relató su propia historia cuando –en 1999- descubrió un viñedo abandonado, pero vivo gracias a la humedad del río Tunuyán que pasaba cerca de allí. “Era un viñedo custodiado por un castaño y un pino, los primeros árboles que plantaron los italianos que llegaban en conmemoración de sus tierras”, contó emocionado. Poco después, el vino que el enólogo consiguió allí fue declarado como el mejor de América Latina por el reconocido Robert Parker.
“Hoy esos árboles y viñedos siguen vivos y cuentan historias de resiliencia y adaptación entre dos mundos que se entrelazan y enriquecen mutuamente”, expresó Cipresso en alusión a Italia y Argentina. Con relación a esto, Santiago Achával, socio y amigo de Cipresso, subió al escenario para reconocer que fue la creatividad y la intuición lo que los llevó a incursionar con vides en la precordillera mendocina.
Este elemento vital dominó la tercera parte de la charla, denominada “Futuro Argentino”, el que Cipresso definió al país como “la” capital del vino mundial. Justificó su visión en que el país alberga en esa montaña una geología de 450 millones de años que no existe en ningún otro punto del planeta. Allí –dijo- está el camino inexorable de la vitivinicultura argentina debido a lo que aporta un increíble potencial vitivinícola gracias a los suelos interesantes y con una personalidad marcada. “El futuro del vino se construye sobre las raíces del pasado que nos cuentan la historia de un mundo y la oportunidad de emocionar con el terroir. Las raíces no son solo el pasado, sino nuestra condición con el futuro”, cerró Cipresso ante el aplauso cerrado del público.
Al finalizar las exposiciones, Teresa D’Agosto, entregó al invitado un reconocimiento por su extensa trayectoria en el mundo vitivinícola y luego, hubo un brindis con vinos de Bodega Matervini.
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