La buena noticia es que, aunque todavía se derrocha muchísima agua, cada vez más empresas de Mendoza toman conciencia de que la provincia es un desierto e incorporan herramientas sustentables a su producción.
En ese sentido, ha sido notorio el aumento de las que están midiendo la huella hídrica, un indicador fundamental para tomar conciencia del consumo de agua que necesitamos en todas nuestras actividades, para tener un valor de referencia en nuestro uso de este líquido vital y, sobre todo, aprender cómo ser más eficiente en su uso.
Según Halpern SRL, empresa que vende insumos para riego tecnificado y está comprometida hace 20 años con el cuidado del agua, la venta en enero y febrero de 2023 de caudalímeros y otros instrumentos necesarios para llevarlo a cabo, fue el doble que todo 2021 y 2022.
“Cada vez vendemos más equipos de riego que incorporan caudalímetros, telemetría y sondas de humedad. No solamente para medir la huella hídrica sino también para optimizar y tecnificar los sistemas de riego. Sin embargo, falta mucho por hacer. La industria conservera, por ejemplo, derrocha mucha agua que podría reutilizarse con las nuevas tecnologías que existen y que implican un costo muchísimo más bajo que bombear agua de un pozo y un beneficio enorme para el ambiente”, afirma Sebastián Halpern, CEO de Halpern SRL.
La huella hídrica es un indicador medioambiental que define el volumen total de agua dulce utilizado para producir los bienes y servicios que habitualmente consumen las personas.
Básicamente, es una variable que determina el agua que “cuesta” fabricar un producto. Con ella, se puede calcular por unidad de producto fabricado o de servicio prestado, el volumen de agua medido en litros o metros cúbicos.
Para poner un ejemplo concreto, que también está muy vinculado con la provincia de Mendoza, se puede medir la huella hídrica de la industria vitivinícola calculando la cantidad de agua requerida para elaborar una botella de vino con toda su cadena: uvas, vino, botella, corcho, etiqueta, cápsula, caja.
La medición de la huella hídrica, que ayuda al ahorro y a la sustentabilidad, se realiza mediante un caudalímetro, que mide justamente el caudal de agua o gasto volumétrico. Además de en la vitivinicultura, se puede usar en otras industrias, en viviendas y para riego.
Además, a través de la llamada telemetría, un sistema de recopilación y transmisión de datos, se puede acceder en tiempo real al consumo de agua en un proceso industrial determinado. Esto optimiza su funcionamiento, disminuye el desperdicio, reduce costos y favorece al ambiente.
Cuándo surge el concepto de huella hídrica
El holandés Arjen Ysbert Hoekstr creó en 2002 el concepto de “huella hídrica”. Luego de estudiar la escasez del agua en Medio Oriente junto a ecólogos, ambientalistas y geógrafos, diseñó el cálculo para medir el agua utilizada en la cadena de un producto, vinculando productores, comerciantes y consumidores.
A la huella hídrica, el inventor la dividió en tres: verde, es agua dulce de lluvia o nieve que se almacena y utiliza en el proceso productivo; azul, es agua dulce extraída de una represa artificial, un cuerpo de agua natural o de manera subterránea y que se usa en el proceso productivo o se incorpora en el producto y gris, que es el volumen de agua dulce teórica que se requiere para diluir productos y aplicarlos en un proceso productivo, por ejemplo para diluir fertilizantes en el cultivo o colorantes en la industria de la ropa.