Durigutti Family Winemakers reposiciona a Las Compuertas como polo turístico

(Por Carla Luna) Durigutti Winemakers apuesta a Las Compuertas con un desarrollo vitivinícola y gastronómico de primer nivel fortaleciendo el destino con una filosofía de polo turístico histórico junto a los productores y prestadores de la zona. Hector Durigutti, uno de los hermanos socios de la firma compartió una charla con InfoMendoza.  
 

¿Cómo llegaron a construir este espacio?

Siempre digo que los sueños en la medida que se pueda hay que realizarlo. Desde chico sabía lo que quería hacer. Iba a una bodega que se llamaba Titarelli en Rivadavia. Estudie enología en Don Bosco pase por una gran empresa como Gancia y después me dedique a recorrer distintos lugares. Viví en La Rioja, Sur de Brasil, Chile, España y mi último trabajo fue en Alto Las Hormigas. En un momento sentí que quería ser dueño de mi empresa. Volví a Argentina y en el 2002 comenzamos a desarrollar con mi hermano Durigutti Family Winemakers. En el 2007, compramos nuestro primer viñedo. Nuestras primeras 5 hectáreas. A partir de allí comenzamos a crecer. Luego compramos dos viñas más de 1910 y 1914 y tierra pelada donde hicimos la bodega, el restaurante y espacio de eventos. Compramos tierras vecinas hasta alcanzar las 40 hectáreas planteadas.

¿Por qué en Las compuertas?

Siempre quise revalorizar Las Compuertas. Estamos hablando de las plantaciones más antiguas de Malbec de Mendoza y por ende del país. Tenemos viñedos prefiloxénicos, recordando que esa peste arrasó gran parte de Europa y tenemos posibilidad de tener esos viñedos.

La industria vitivinícola ha sido muy ingrata con los productores. En ese momento pensé “Quiero que esta sea mi filosofía de vida. Quiero tener mi bodega, mi restaurante. Un lugar donde albergar gente donde dormir”. Así lo armamos con hospitalidad, con un visitor center, una bodega, un restaurante y dos casas con habitaciones como logde.

¿Cuál es tu mirada sobre Las Compuertas?

Mi mirada en Las Compuertas es recuperar un pueblo. Porque creo que para que esto no se pierda tiene que ser un polo donde la gente venga a disfrutar de todo lo que pasa. No a una sola bodega sino un lugar donde hay historia con diferentes atractivos, que el visitante pueda recorrer otros productores con otros vinos, otra gastronomía.

¿Se ha podido generar un espacio de turismo comunitario?

Si se ha podido. Se está pudiendo hacer con el Callejón de la Reta, donde tenemos la misma mirada sobre los pequeños productores.  Estamos en el consorcio Las Compuertas donde todos trabajamos con el mismo propósito. Cuidar estos viñedos, darle un valor agregado que nuestros vinos para que tengan una identidad única y acompañarlos en el desarrollo turístico. Tengo idea de que cuando esto esté encaminado podemos desarrollar sobre la Ruta 82 unos paradores con los vinos de mis vecinos para la gente que pueda pasar degustar y conocer. En un 1.5k tenemos 8 bodegas que se pueden recorrer caminando.

Históricamente, esta es una zona de paso para el cruce cordillerano. Cuando se cerró el cruce de Cacheuta se generó otra simbiosis. ¿Fortaleció a la comunidad de Las Compuertas respecto a su identidad y autopercepción como destino turístico?

Tenemos que ser conscientes de algo: Si queremos que esto siga perdurando tenemos que ayudarnos entre todos. Ayudar al pequeño productor que durante años ha sido la variable de ajuste en esta industria. Estamos intentando que no sea la variable de ajuste. Por eso es que es importante respetar un eje, respetar al pequeño productor, la calidad del producto y cómo se comunica. Qué son las Compuertas y por qué las Compuertas.

Esto no es solo un negocio sino una filosofía de vida. Como pasa en otras partes del mundo donde los pequeños productores viven y sobreviven con una tradición vitivinícola año tras año. Acá desgraciadamente, por las vicisitudes que hemos tenido que vivir los productores no quieren que sus hijos pasen por lo mismo e intentaban que se fueran a otra actividad.

¿Cómo fue levantar todo esto en medio de la pandemia?

En lo personal la pandemia me ayudó a quedarme, porque venía de viajes. El tener que quedarme ayudó a poner toda la energía en esta idea que se venía gestando y este tiempo lo focalizamos en materializar el proyecto. Así construimos la bodega el año pasado y el restaurante este año.

Apostaron a Mendoza…

Estoy convencido que Las Compuertas es un lugar único. Son muy pocos los lugares como éstos y hay que cuidarlos.

Cómo ha sido el crecimiento en estos últimos cinco años. ¿Han trabajado con créditos o fondos de inversiones?

No ha sido fácil. El crédito en Argentina con las tasas de interés es difícil. La ventaja que tuvimos es que nacimos con el concepto de la importación. Antes de la pandemia teníamos 70% exportación y 30% mercado interno. Hoy estamos 50 y 50. El diferencial del dólar siempre ayuda mucho a que estos proyectos se puedan materializar.

Somos una familia que vivimos de esto. Todo lo que el negocio genera se reinvierte. Nuestra empresa ha crecido, porque además nuestros vinos han recibido reconocimiento internacional.  

¿A qué países exportan?

Estamos exportando a 25 países, pero el 75% es EEUU y el 30% restante es LatAm y Europa. Hemos seguido creciendo, aunque nos afecta el faltante de botellas y de contenedores. Esto hace que las exportaciones cada vez se retrasen más. No es problema de la industria vitivinícola sino de factores ajenos que trajo la pandemia.

Las etiquetas simples, tienen identidad y recuerdan a una postal. ¿Cómo se congenia todo esto en el momento de comunicar el producto?

Trabajamos con diseñadores que entiendan lo que buscamos. En el vino tiene que haber una sinergia entre el packaging y el producto. No creo en el excesivo packaging, creo en el producto. Tiene que haber una congruencia, un hilo conductor. Lo que dicen los vinos es lo que comunicamos. Para eso hemos trabajado con nuestro equipo de marketing que representa cada una de nuestras líneas de vinos, en qué segmento están. Y que queremos transmitir. La etiqueta tiene que transmitir lo que ponemos en la botella y el vino tiene que hablar por sí solo.

Del portfolio de vinos que tiene la bodega, ¿qué abrís si te querés homenajear?

(Ríe) ¡Me estás preguntado a cuál de mis hijos quiero más! Depende del momento y la ocasión. Hay vinos para beber todos los días, vinos para momentos especiales. Pero si tuviera que tomar un vino todos los días, me gusta el Cabernet Franc del proyecto Las Compuertas Malbec 5 suelos. También una línea de vinos que me gusta mucho porque encuentro muchas cosas de mi vida allí es la línea Cara Sucia. Son vinos de Rivadavia donde nací.

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