La antigua casona de la Familia Arizu, donde vivía la primera generación de esta prestigiosa bodega mendocina ubicada en El Paraíso, distrito de Beltrán, Maipú se ha convertido en uno de los sitios más exquisitos del enoturismo con una propuesta diferencial al resto. Finca El Paraíso no es una bodega en sí, sino la finca con una residencia donde pasaron las 3 generaciones de la Familia Arizu con distintos usos de la casa y en la actualidad es un pequeño palacete en medio de viñedos y jardines que invitan a pasar una experiencia extraordinaria.
Los visitantes apenas pisan el lugar son recibidos con una copa de espumante, música en vivo en los jardines y una propuesta encantadora que alienta a meterse en la historia de la familia que corre paralela con la historia de la vitivinicultura mendocina. La propuesta se lleva a cabo a través de auriculares donde la narración transporta en el tiempo y genera la inquietud por conocer cada una de las estaciones programadas por el Área de Hospitality. De esta manera, los visitantes caminan por la finca mientras tienen la sensación de conversar con los Arizu.
El château neoclásico de 1905 mantiene una atmósfera familiar para reuniones íntimas en el living, el comedor y la terraza. Por eso, recientemente se convirtió en un hotel boutique con solo 3 habitaciones ambientadas con el máximo confort pero manteniendo la esencia. Un piso más y se abre una terraza magna donde se lleva adelante el primer paso de la propuesta nocturna del restó con un estilo de tapeo y la vista 360 de los viñedos y los jardines. Es ideal para apreciar el atardecer, razón por la cual se realizan sunsets durante el verano.
El restó lleva el nombre de Alacena: “Al abrir una alacena, emergen aromas que te transportan a través de recuerdos y emociones, revelando sabores que provienen directamente de la naturaleza” explican los responsables y la metáfora sirve para graficar esa mixtura entre sabores y aromas, que promete este ciclo en dos momentos: Almuerzo especial y Atardecer en la terraza.
La experiencia gastronómica de la mano del chef Pablo del Río, comienza al mediodía en el horno de barro o junto al fuego donde los visitantes comparten una copa de vino, un bocado salido de la parrilla y una charla amena en medio de la maravilla de sus jardines. Un espacio de reunión informal con paredes vidriadas y vistas hacia los jardines y la casa y cocina a la vista aguarda para los platos en la mesa que continúan el en la misma línea gastronómica, aunque el plan también puede ser disfrutar de un picnic en el jardín.
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