QR es la sigla en inglés para Quick Response Code, es decir, código de respuesta rápida. Esa es la clave de esta tecnología: la simpleza y la agilidad con la que dos partes intercambian información.
El código QR, heredero del código de barras, fue desarrollado en 1994 por la compañía japonesa Denso Wave, subsidiaria de Toyota. Hoy se usa a gran escala, para administrar inventarios o promocionar productos, y su crecimiento es paralelo a la revolución de los smartphones y el alcance cada vez más amplio de las tecnologías de telefonía móvil.
A mediados de 2017, un grupo de trabajo de la compañía argentina Mercado Libre comenzó a buscar maneras de simplificar las transacciones que se hacían tanto dentro como fuera de la plataforma. El código QR como herramienta para pagos y cobros estaba teniendo por entonces un crecimiento exponencial en China a partir de innovaciones de las compañías WeChat y Alipay, que introdujeron esta herramienta en sus apps para celulares. Por eso, Osvaldo Giménez (actual CEO de Mercado Pago) y Paula Arregui (COO de la compañía) fueron parte de una comitiva que en 2017 viajó al gigante asiático para entender los alcances de la operación y estudiar cómo aplicar de manera eficiente este sistema en América Latina.
La clave para el entusiasmo del equipo era el contexto: “nos dimos cuenta que estaba todo dado para que los pagos con QR funcionaran, principalmente por la baja bancarización y la baja penetración digital en la región”. A diferencia de otras zonas del mundo, con la única excepción de Brasil en nuestro continente nunca hubo una cultura extendida del uso del cheque o las tarjetas por lo que no hubo que reemplazar un hábito arraigado por otro, algo que suele ser lento y complejo. A su vez, este contexto exhibía una realidad penosa: la baja inclusión financiera en América Latina. Las personas que no están bancarizadas no pueden comprar con tarjetas o pedir un préstamo y esto los excluye, a su vez, de cientos de procesos de formalización que agravan situaciones de pobreza y desigualdad.
La implementación de un sistema simple de pagos y cobros a partir de una cuenta digital podría tener un impacto positivo en la vida cotidiana de millones de personas. El viaje a China y sus aprendizajes fueron el primer paso de un largo camino por recorrer.
Estivariz fue uno de los líderes que tuvo a cargo la tarea de implementar el pago con QR a nivel regional. El proceso comenzó en Argentina.
Herramienta de inclusión financiera
Cada país de la región tiene realidades diversas y la velocidad de la penetración de los pagos con QR depende en gran parte de ese contexto. Brasil, por ejemplo, posee una cultura de pagos con tarjeta muy extendida, un hábito que puede verse incluso en los vendedores ambulantes de las playas de Copacabana. Por eso, en cada país el crecimiento de formas alternativas de cobro se dio de manera necesariamente gradual. En Argentina y México, en cambio, gran parte de la población no está bancarizada y por ende el campo para el crecimiento del QR fue más amplio desde el inicio. Esta es una de las razones claves de su explosión.
En el caso argentino, se produjo un salto de 0 a 3.5 millones de usuarios en tan sólo tres años. ¿Las razones? Una clave fue la alianza de Mercado Pago con supermercados pequeños y grandes que llevaron la herramienta a lugares masivos en los que su nivel de conocimiento creció a la par que su consideración positiva.
El crecimiento de los pagos con QR a nivel regional es el resultado de la elección de millones de usuarios que lo transformaron en parte de su vida, tanto en el momento de pagar como para trabajar en sus comercios, negocios o puestos callejeros. Hoy se hacen 32.000 transacciones con QR por hora en toda América Latina.
Este es un gran paso hacia la inclusión, la igualdad y la creación de oportunidades. Para todo el equipo de Mercado Pago, no hay mayor orgullo que ese.
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