Fatiga de materiales. Esa podría ser una perfecta descripción de este 2020 que parece arremeter contra todo. En todo caso, así se conoce el efecto por el cual muchas cosas fallan, se rompen o se desgastan. El caso que más nos importa es la rotura de sacacorchos, que nos deja con la expectativa de una buena copa y echando alcohol en gel sobre nuestra herida.
Que no panda el cúnico, diría el Chapulín tinto, que la rotura de sacacorchos tiene remedio. Pero vamos por partes (nunca mejor dicho).
El sacacorchos es uno de los utensilios domésticos que tiene más patentes registradas. Desde 1795, año en que se anotó la primera, el problema de abrir una botella ha despertado el ingenio de muchos inquietos pensadores, que incluso hoy siguen generando inventos como el reciente Coravin, que saca dosis de vino por medio de una delgada aguja perforada.
Falla el sacacorchos
En general, desde que los sacacorchos son mayoritariamente de gusano y no de tornillo –los primeros semejan un espiral de alambre o un zarcillo de vid, y los segundos a un tornillo de Arquímides o, más criollo, tornillo rosca chapa– los problemas que se presentan al destapar una botella son un puñadito.
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