El mecanismo sería similar al de los antiguos Planes Brady: el Tesoro norteamericano colocaría garantías sobre los instrumentos emitidos por el organismo multilateral, que a su vez obtendría financiamiento a tasas muy bajas en los mercados internacionales.
Con esos fondos, se otorgaría un préstamo a la Argentina para recomprar parte de su deuda soberana en el mercado secundario, particularmente los bonos con mayores vencimientos e intereses concentrados durante la actual administración Milei, como los Bonos del Tesoro Bonares y Globales 2029 y 2030.
La recompra anticipada de bonos genera un alivio financiero, no monetario, al eliminar flujos futuros de capital e intereses y mejorar el perfil de vencimientos. Luego, la Argentina devolvería los fondos al organismo multilateral pagando una tasa más baja que la que hubiese correspondido mantener esos bonos en circulación. En esa diferencia de tasas radica el ahorro implícito del esquema.
Como contrapartida, el país se comprometería a destinar ese ahorro a proyectos de desarrollo, en este caso, enfocados en educación, en línea con la lógica de los programas de conversión de deuda por objetivos sociales o sostenibles que promueven los organismos multilaterales. Este tipo de estructuración tiene antecedentes en numerosos programas de conversión de deuda por desarrollo implementados desde 1987: según registros de Naciones Unidas, se realizaron 235 operaciones de este tipo en 58 países, por un total cercano a 11.500 millones de dólares, orientadas a objetivos como sostenibilidad, salud, educación o clima.
Más allá de los detalles técnicos, el objetivo final sería reforzar el respaldo financiero y político de Estados Unidos hacia la Argentina, reduciendo el riesgo país y mejorando las condiciones de acceso al crédito internac

Tu opinión enriquece este artículo: