Cuando a un argentino le hablan de Holanda, rápidamente se le viene a la mente el tiro en el palo de Rob Rensenbrink en la final del Mundial '78, la raza de ganado vacuno que hace de nuestra producción lechera una de las más rentables del sector y la figura de Máxima Zorreguieta, devenida en reina del país de los tulipanes.
Frederike Pon es oriunda de Amersfoort, Países Bajos. Por ser hija de Mijndert Pon, desde pequeña creció inspirada por el espíritu emprendedor de su padre. A comienzos de los '90, cuando Mijndert descubrió la Argentina y se enamoró de ella, ella tuvo la oportunidad de experimentar en forma directa la creación y crecimiento de la empresa familiar en la Argentina: desde las primeras estancias dedicadas a la agricultura pasando por las chacras de frutales en Río Negro hasta haber sido pioneros en el Valle de Uco con la fundación de Bodegas Salentein, cuando pocos apostaban un pleno por ese terruño donde hoy se cifra el futuro de la viticultura argentina.
Después de finalizar sus estudios en la escuela de Lenguas de Suiza, Frederike dedicó dos años a trabajar en relaciones públicas para un importador de Volkswagen con sede en Bruselas. Para mejorar aún más sus habilidades, viajó a la Universidad de Oregon para estudiar Comunicaciones. Frederike continuó desempeñándose en varias de las empresas de su padre y, con la muerte de Mijndert en 2014, junto con su hermano y hermana se hizo cargo de la compañía y sus participaciones accionarias.
Esta es la primera entrevista que da en la Argentina.
¿Cuándo nace tu vínculo con el vino?
Mi relación comienza con la concreción de Salentein. Si bien bebía vino socialmente, no le daba demasiada importancia. A partir del nacimiento de la bodega, empecé a interesarme mucho más, no sólo en los productos de la empresa, sino en vinos de la competencia y de otras regiones, para enriquecer mis conocimientos. Hoy sigo bien de cerca todo aquello relacionado al negocio vitivinícola. Me involucro en la cosecha, interesándome todo el tiempo por lo que sucede desde el viñedo hasta el fraccionamiento. Quiero dedicarme cada vez más de lleno a la industria.
¿Cómo vivís cada cosecha?
De una manera muy especial. Lo que más me impacta es el trabajo de la gente en la viña. Cada vez que llega la vendimia, me detengo a observar la labor minuciosa y delicada de nuestro equipo, del que me siento muy orgullosa. Admiro y fomento el trabajo en conjunto, pues el individualismo no nos conduce a buen puerto. Me emociona saber que somos una gran familia. Destaco, además, la calidez que me brindan todos cuando estoy en la bodega.
¿Cómo fue la compleja vendimia 2020, marcada por la pandemia del coronavirus?
Hicimos un enorme esfuerzo. A pesar de las adversidades, terminamos muy contentos. Lo positivo es que fue una cosecha adelantada. Las uvas blancas ya habían sido recolectadas a fines de febrero y a principios de marzo el pinot noir y el malbec también fueron vendimiados. Tuvimos, a pesar del coronavirus, una cosecha de máxima calidad, tempranamente presentada por el intenso calor que hizo en enero. Pudimos hacer una espléndida planificación, lo que nos permitió controlar la acidez y los alcoholes.
¿Cómo analizás la evolución del Valle de Uco, hoy en el foco pero adonde llegaron de forma pionera hace 20 años?
Cuando mi padre desembarcó en la Argentina, se enamoró profundamente del país y empezó a darle rienda suelta al negocio del farming en la provincia de Entre Ríos. Siempre quiso diseñar un prolífico negocio agroindustrial. Su sueño, desde bien pequeño, fue ser un destacado agricultor. Obtuvo muy buenos resultados en el Litoral y, al poco tiempo, le recomendaron ir al Valle de Uco, cuando no había absolutamente nada. Su idea inicial fue iniciar un negocio frutícola, pero cuando observó la calidad de las uvas se inclinó definitivamente por la viticultura.
Pero en vez de producir uva, apostó por crear una bodega
Exacto. Dejó de lado la fruticultura para seguir plantando viñedos y crear su propia bodega. Es importante resaltar que no vendió la uva, sino que decidió invertir en un emprendimiento cuyo objetivo era embotellar en origen. ¡Fue muy revolucionario! Tranquilamente, pudo haber comprado una bodega en Luján de Cuyo, mandando la uva desde Uco para vinificar en la tradicional Primera Zona. Sin embargo, se enamoró del valle, donde construyó Salentein. En aquel entonces, le habían dado poquísimas referencias de la zona. Sin embargo, rápidamente se dio cuenta que estaba en un lugar muy especial.
¿Cómo se dio el crecimiento de la bodega, en paralelo a la evolución de Uco?
Salentein no ha sido una simple inversión ni un mero rinde. Cuando mi padre decidió enfocarse en el rubro vitivinícola, lo hizo pensando de cara a los próximos 100 años. Desde el minuto cero imaginó el trabajo de las próximas generaciones, heredando una tierra única, de máxima calidad, en sintonía con el ambiente. Así, realizó un plan centenario de sustentabilidad. Ello está en nuestro ADN, es nuestra filosofía de trabajo. Investigamos cuencas, sistemas de riego, descubrimos perfiles de suelos junto con un grupo de geólogos y nos propusimos mejorar día a día para ser más eficientes. Hoy, no solamente Uco es nuestro terruño emblema. El otro as en la manga es el Valle del Pedernal, en San Juan. Estamos realizando intensos trabajos en aquella región, siempre pensando a futuro. Queremos darle un valor agregado a la Argentina. Nuestra meta es sumar a través de inversiones a largo plazo, respetando a rajatabla la tierra.
¿Cómo se ve el paisaje nativo de Uco desde la finca?
Salentein tiene, contiguo a la bodega y al restaurante Killka, 50 hectáreas de flora nativa, inalterable. Mi padre dijo que en un futuro todos iban a plantar viñedos allí y no íbamos a saber cómo era esto antes de nuestro arribo. Desde Killka se puede ver el 'momento cero' y los viñedos, en plena armonía. La realidad es que no imaginamos un crecimiento tan explosivo de Uco. De todos modos, si no hubiese venido nadie, igualmente nos hubiésemos quedado. Lo importante era el commitment de ser líderes de la región. Mi padre siempre estuvo muy tranquilo, pues ya estaba demostrado que los vinos eran de excelencia. Hoy, seguimos creyendo en la calidad, desde el respeto por la naturaleza y la gente del lugar. Continúa intacto el sueño de mi padre.
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