Es prácticamente imposible arribar a un sendero desinflacionario persistente sin programa, sin anclas, sin disminución del financiamiento monetario al Tesoro y en un año electoral.
Las gestiones económicas que han logrado un proceso persistente de desaceleración inflacionaria optaron por programas de acuerdos con medidas de estabilización y transformación productiva. Los potenciales costos redistributivos de una estabilización se matizan con un ciclo virtuoso de transformación productiva con inversión y generación de empleo. Esto último estuvo casi ausente en los programas económicos desde el inicio del nuevo siglo.
Luego de un período de tres meses, marzo-mayo, por encima del 7% mensual, la inflación de 6% de junio se registró en un nivel idéntico al de enero de 2023. En términos interanuales la variación es 115,6%, nivel similar al de octubre de 1981, año en el que la inflación mundial se intensificó derivada del segundo shock de los precios del petróleo (1979). Escenario contrario al actual donde las inflaciones a nivel mundial se alejan de los dos dígitos a pesar del shock COVID.
La dinámica inflacionaria actual no solo se deriva de excesos monetarios pasados por asistencia al sector público para financiar déficit operativo, sino por comportamientos inerciales ante la ausencia de medidas concretas en un contexto de tensiones políticas, principalmente dificultades autogeneradas.
La ausencia de anclas nominales en la economía es un aspecto negativo para el eventual objetivo de estabilizar. Más aún si el poder Ejecutivo no expone un programa antiinflacionario concreto.
En este contexto es complejo pensar que el actual gobierno presente un programa económico consistente con la estabilización en lo que resta de un año determinado por las elecciones presidenciales. Cuestión que podrá emerger con mayor verosimilitud si hay un cambio de signo político en la gestión.
Se espera un nivel similar de variación de los precios en el segundo semestre del año, las expectativas de mercado plantean como piso un nivel de 7%, aunque pueden generarse nuevos impulsos de ocurrir una mayor corrección del tipo de cambio tras las elecciones PASO.
La brecha cambiaria se sostiene entorno al 80% que junto a la descoordinación política, sesgan las decisiones de precios al alza o al menor sesgadas al ajuste cuando se producen movimientos en el mercado cambiario informal, pues ya sabemos que el precio oficial de la divisa se encuentra reprimido.
Es necesario que se convoque a un acuerdo con el FMI, si bien no determinará una lluvia de inversiones, un escenario sin acuerdo será un factor adicional de deterioro para la macro ya que el escaso poder de gestión económica no debería exponerse a otro vaivén.
Martín Calveira, conomista investigador del IAE Business School.
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