¿Cuándo y porqué empezaste a jugar al beach vóley?
Empecé a los 13 años. Desde chico voy al Tiro Club Sportivo Tunuyán y hay canchas de beach. En el invierno entrenábamos vóley indoor y en el verano, como el indoor se paraba, hacíamos arena. Y ahí, gracias al laburo de Carlitos Amieva, José Sancer y Rafa Ganem empezaron a jugar torneos. Era algo recreativo y jugábamos 3 vs. 3 o 4 vs. 4 hasta que Carli empezó a gestionar para que sean competencias de dos, que es como se juega a nivel internacional. Así me empecé a meter, fui a competir por primera vez a nivel nacional, a Córdoba, a los 15-16 años y ahí me vieron de la selección porque tenía edad para los Juegos Olímpicos juveniles de Nanjing, en China. Los Juegos fueron en 2014 así es que fueron unos 3 años compitiendo para poder quedar.
¿Ahí te empezaste a dedicar profesionalmente?
Claro. Empecé a competir a nivel sudamericano, jugué dos mundiales juveniles, uno de mayores y los Juegos Olímpicos en China. Y desde ahí soy parte de la selección, salvo en 2017 porque Tunuyán, mi ciudad, clasificó a la Liga A2, decidí buscar una experiencia nueva, me quedé en Tunuyán jugando la Liga, en indoor, y me alejé del beach por un tiempo, hasta el 2019.
¿Son incompatibles el vóley indoor y el beach?
A edades tempranas no tanto, pero en alto rendimiento se hace imposible. Es otro terreno, otro impacto, las lesiones son más frecuentes, la pelota es más pesada y la cabeza que uno tiene que adoptar es otra. Es muy difícil hacer las dos cosas y me pasó de tener que elegir, aunque quizás los horarios me daban. Por una cuestión de cuidado físico y mental conviene elegir un camino y mantenerlo.
¿En qué momento de tu carrera estás?
Me siento muy bien en lo físico y lo deportivo. En Uruguay, por la segunda etapa sudamericana, lamentablemente mi compañero (Julián Azaad) se dislocó el hombro en el partido por el pase a semifinales. Pero las sensaciones son muy buenas, desde junio cuando clasificamos a los Juegos Olímpicos de Tokio venimos manteniendo un buen nivel.
También por otro lado, asimilando el golpe que fue el fallecimiento de Carli (Amieva) mi entrenador de toda la vida. Fue muy duro recomponerme y aún no me siento preparado, pero el deporte de alto rendimiento es así. Él fue la persona que me metió en esto y me marcó el camino para llegar a lo que soy hoy, por eso es un dolor enorme todo lo que pasó.
¿A los viajes vas solo con tu compañero?
No, si el torneo es acá en Argentina va todo el cuerpo técnico y es lo que mejor resultado nos da porque el detrás de escena es enorme y cada detalle ayuda muchísimo. Si los torneos son fuera del país, por presupuesto, viaja solo un entrenador.
¿Acá en Mendoza están dadas las condiciones para llegar al alto nivel?
Es una muy buena pregunta. Antes todos me decían ‘¿cómo vas a jugar al beach vóley en un lugar donde no hay playa?’ pero eso se fue desmintiendo y todos se dieron cuenta de que depende de las ganas de cada uno. Hoy las selecciones de casi todos los deportes rompieron el estigma de que eran todos de Buenos Aires y se abrieron más al interior. En la selección argentina de beach vóley, para el Sudamericano de San Juan en el que había más cupos para el país, metimos 6 jugadores tunuyaninos: Laura Moreno, Maia Najul, Maciel Bueno, Rami Sancer, Bauti Amieva y yo. Y acá no hay más que dos canchas de entrenamiento y una está en malas condiciones. Por eso te digo que depende mucho de la predisposición de cada uno.
¿Por qué se da eso en Tunuyán?
En gran parte por la labor de Carli (Amieva). Por eso se hace más dolorosa su partida. Era un trabajador incansable y un apasionado del beach vóley. Si veía un pibe que era alto lo metía en la arena y así salimos todos nosotros. Gracias a él y al apoyo que tenemos a nivel municipal, que hace que las cosas sean más fáciles, porque la única forma es salir a competir y a veces no alcanza la plata.
¿Te irías a vivir afuera para progresar en tu carrera?
En lo que es fuera de Mendoza estuve mucho tiempo en Mar del Plata y Buenos Aires, porque era necesario en ese momento. En cuanto al exterior, en Europa está el mejor beach vóley y tuve oportunidades, incluso para nacionalizarme en otro país, pero uno por el amor a la camiseta ni lo piensa. Si me fuera sería con la posibilidad de seguir representando a Argentina y con un proyecto personal que lo justifique.
¿Quién es el Messi del beach vóley?
A nivel mundial es Andy Mol, un noruego que es de otro planeta.
¿Cuál es el mejor lugar en el que te tocó jugar?
En Lucerna, en Suiza. Jugamos entre las montañas y al lado de un lago espectacular. Por momentos te desconcentrabas por la vista.
¿Hay apoyo para el beach vóley en Argentina?
Hay, pero poco. Para vivir de este deporte la única forma es competir afuera y estar entre los mejores de cada torneo. A nivel mundial hay mucha plata en premios, una etapa del circuito mundial te puede dar 50.000 dólares y si uno se mantiene entre los primeros gana bien, pero para llegar a eso hay que competir mucho. En este momento de pretemporada, los europeos están todos entrenando en Brasil o en otras partes del mundo. Para un argentino hacer eso hoy es imposible económicamente.
¿Qué torneo te gustaría jugar?
El King of the Court, que es una modalidad espectacular. Tuve la invitación el año pasado, pero no pudimos viajar por un tema económico. Es diferente a otros torneos porque se juega por tiempo y vas rotando constantemente de cancha y de rival. Se juega en diferentes ciudades del mundo, dos veces al año, con los mejores patrocinadores, los mejores jugadores y es más un show que una competencia. Espero poder jugarlo en 2022. De chico soñaba jugar un Mundial o los Juegos Olímpicos y por suerte pude hacerlo, por eso esto lo tomo como algo pendiente.
¿Cuál fue tu mejor y tu peor partido?
El que más sufrí fue la semifinal olímpica que perdimos con China. Jugamos uno de nuestros mejores partidos, pero perdimos los dos sets por dos puntos (22-20 y 21-19). Fue muy estresante y se nos frustró la posibilidad de llegar a una final olímpica. Y el mejor fue justamente el siguiente, por la medalla de bronce. Habíamos perdido a las 9 de la mañana, teníamos que jugar a las 19 y todas esas horas fueron una batalla psicológica porque, aunque suene exagerado, es un partido que determina el resto de tu vida. Si ganás sos medallista olímpico y si perdés solo sos cuarto. Fue por tie break, pero cuando ganamos ese partido fue increíble.
¿Quién fue el mejor jugador con el que jugaste y contra el que jugaste?
Es difícil porque compartís mucho con cada compañero y es importante tener una buena relación. Todos fueron importantes, pero si estuve mucho tiempo con Santiago Aulisi, de Mar del Plata, con el que ganamos la medalla olímpica. Viajamos mucho juntos, viví en su casa y es uno de mis mejores amigos. Nos entendíamos de memoria y jugábamos a divertirnos. El mejor rival debe ser Andy Mol. En 2014 le pude ganar en el Mundial de Portugal, pero tuvo un progreso enorme y después no me dio ni media chance.
¿A qué deportista admirás?
A Federer, por cómo fue evolucionando su personalidad; a Michael Jordan por su ambición de ganar y soy fanático a muerte de Messi.
¿Cómo es tu preparación?
De 2 a 3 turnos diarios, de lunes a sábado y los domingos puede ser entrenamiento o torneo. Gimnasio a la mañana, después voy a la arena, a la siesta otra vez arena y a la tarde físico o gimnasio.
¿La parte mental como la entrenás?
Trabajo con dos psicólogas, una personal y otra deportiva. Son parte de un equipo que se llama Epic y son gente muy profesional que hace un trabajo impresionante por los deportistas mendocinos respecto a la salud mental. Acá somos muy resultadistas y a veces nos olvidamos de la salud mental del deportista.
¿Quién fue la persona que más te enseñó de beach?
Carli Amieva.
¿Un jugador de beach vóley en Argentina gana plata o pone plata?
Pone, siempre. A nivel mundial es un deporte profesional pero acá todavía no. Hay torneos con premios, pero imagínate que un pasaje a la costa sale 8.000 pesos de ida y ganando el torneo te dan 5.000 pesos para cada uno. Gastás 16.000 y si salís campeón cobras 5.000, por eso dependés de tener un sponsor.
¿Qué consejo le darías a un chico que quiere llegar al alto nivel?
Que siga su pasión. Van a haber muchísimas piedras en el camino y mucha gente que te va a decir que no hay plata o que te dediques a otra cosa, pero no es tan así. A mí me preguntás si tuve ganancias económicas seguro que es más lo que puse que lo que gané, pero no me arrepiento. Lo haría mil veces más. El camino, las amistades, los lugares que conocí y la satisfacción de ganar un torneo que preparaste no te la da la plata.
¿Qué tiene que mejorar el beach vóley de Mendoza?
Hacer más promoción y más torneos. Había un circuito provincial que daba gusto jugarlo, venían hasta chicos de Córdoba, pero hoy no existe. Hay muy pocos torneos y me siento parte de los que tenemos que pelear porque haya un circuito mendocino que fomente la actividad porque hay muchos chicos que están para jugar en el alto nivel y tienen que salir a competir afuera.
¿Qué objetivos te planteás para el 2022?
Tengo una meta en la que estoy enfocado y es tener una medalla en alguno de los cuatro torneos que quedan del circuito sudamericano de mayores para clasificar al Mundial de Roma.
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