Bajo la consigna de modernizar un marco legal que tenía más de cinco décadas sin cambios sustanciales, el Gobierno provincial impulsa modificaciones que, aseguran, apuntan a ordenar, eficiencia estatal y transparencia. No obstante, sindicatos, sectores gremiales y analistas advierten que la reforma tiene efectos potencialmente disruptivos sobre las condiciones laborales y la dinámica de empleo en Mendoza.
¿Qué cambia la reforma? Los puntos centrale según el gobierno mendocino, la reforma busca ajustar normativas obsoletas y establecer reglas más claras para el empleo provincial.
Algunos de los cambios más destacados:
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Se eliminan los cargos “heredados” (es decir, posiciones que no pasaban por concurso formal) y se regula el uso de funciones de confianza.
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Queda establecida la obligación de rendir y concursar para ingresar a planta permanente.
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Se ponen límites a las contrataciones temporarias, de modo que estos contratos deben concluir al finalizar el mandato de la autoridad que los designó.
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Se regulan las indemnizaciones, que eran consideradas por el oficialismo como excesivas en comparación con el sector privado.
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Se introducen diferencias en torno a la estabilidad laboral y el régimen disciplinario. La nueva ley permite sanciones más severas, revisiones sobre licencias y condiciones de inasistencia.
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La reforma modifica varios artículos del antiguo estatuto (Decreto Ley 560/73), como los artículos 1, 4, 38, 49-55.
El gobierno argumenta que estos ajustes no implican una supresión de derechos, sino una adecuación necesaria para eliminar lagunas legales, optimizar recursos y fortalecer el funcionamiento del Estado como empleador.
Sin embargo, esta interpretación no es compartida por todos. Los sectores gremiales y representantes sindicales han cuestionado que la reforma implica una “flexibilización encubierta” y precarización del empleo estatal.
También han manifestado que la reforma vulnera derechos adquiridos y afecta la estabilidad que históricamente han tenido muchos trabajadores públicos.
Un ejemplo simbólico fue la votación en el Senado provincial, que terminó empatada (19 a 19). Fue la vicegobernadora Hebe Casado quien desempató la norma en favor del proyecto oficialista.
El contexto cuantitativo: cuántos empleados públicos hay en Mendoza
Para dimensionar el alcance de esta reforma, conviene repasar los datos sobre la planta estatal en Mendoza: A junio pasado, la administración pública provincial contaba con 80.351 cargos (entre permanentes, temporarios y contratos).
Existen además “liquidaciones extra” relativas mayormente al sector educativo (~29.000) que no siempre se suman a esa cifra base.
En algunos análisis periodísticos se menciona que la provincia tiene aproximadamente 99.000 agentes permanentes más 1.100 contratados (esto parece incluir también horas cátedra u otros regímenes)
En cuanto a la proporción de empleados públicos por habitantes, Mendoza registra entre 46 y 49 estatales cada 1.000 habitantes, cifra que ha crecido en las últimas dos décadas.
Un estudio del Consejo Empresario Mendocino indica que actualmente hay “55 empleados públicos cada 1.000 habitantes”.
A su vez, se observa que el empleo público mendocino ha crecido más que el privado en ciertos períodos, lo que ha generado debates sobre su sostenibilidad.
Estos números revelan que el Estado provincial es un actor laboral muy relevante: cualquier cambio a su régimen interno tendrá impacto directo sobre un segmento amplio del empleo formal en Mendoza.
La sanción de la reforma integral del empleo público en Mendoza marca un hito en la historia laboral provincial. Si bien el discurso oficial hace hincapié en la modernización, la eficiencia y el orden administrativo, los riesgos de afectación de derechos, precarización y desincentivo al empleo público están presentes en las críticas y reservas sindicales.
Desde el punto de vista de la empleabilidad, el cambio podría dinamizar —en ciertas condiciones— el empleo privado y liberar recursos estatales, pero también tensionar el empleo público, especialmente para quienes ingresen bajo los nuevos regímenes.
El resultado dependerá en buena medida de la transparencia del diseño de concursos, del equilibrio fiscal provincial, y del clima institucional para mediación y diálogo entre el Estado y sus trabajadores. Lo que está en juego es mucho más que una reforma normativa: es la definición del rol del Estado como empleador y su relación con el sistema productivo mendocino.
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