En InfoMendoza hoy nos salimos del molde, porque creemos que hay historias, personas y trabajos, que merecen ser contados, conocidos (y reconocidos) por todos. Hoy nos damos un verdadero lujo al compartir con nuestros lectores una charla distinta con Rolando López, uno de los más grandes talentos mendocinos de la actualidad, y para muchos una de las mejores plumas que parió Mendoza (idea a la que adherimos, rotundamente). Y aunque él se resista a verse como un emprendedor porque “uno se los imagina de 20 ó 30 años”, según dice, es una muestra de que el arte es también un emprender.
El trabajo de “Roli” es versátil, muchos quizás lo conocen por sus crónicas policiales durante años en el diario Los Andes, el que dejó hace algunos meses; otros por sus libros (tiene 7) en los que se amalgaman con exquisita perfección la crónica con la novela, pero también hay otra versión: la del escritor a pedido.
Y es en esta última en la que nos centramos, en la faceta quizás menos conocida públicamente, pero de igual calidad, compromiso y dedicación que las otras. En esa que lo llevó a convertirse en un emprendedor, a dejar la estabilidad de un trabajo de años, para arriesgarse a trabajar para clientes. “Se fue dando sin querer queriendo, porque no sé hacer otra cosa que escribir y porque soy una persona que no se quiere aburrir”, confiesa.
Además de sus libros en los que él tiene una historia para contar, lleva varios escritos a pedido, en los que cuenta la historia de otros, un “escritor fantasma”, como se define.
En este rol, es uno de los pocos mendocinos que encontramos. López se convirtió en el mediador de alguien que tiene algo que contar y la historia contada. No es un trabajo sencillo y se necesita mucho más que talento.
Horas de entrevista y de poder interpretar lo que la persona quiere transmitir, de recopilación de datos, de situar en tiempo y espacio esas historias, de contextualizar, horas de escritura, son las que durante meses dedica para poder realizar el trabajo.
Su compromiso y dedicación es tal que hace un trabajo casi psicológico. “Les pido un álbum de fotos, entonces voy viendo, observando analizando los personajes, los lugares. Puedo imaginarme cómo son por la forma de fumar, de sentarse, de sonreír. Estudio las casas, los patios”, comenta.
El último libro a pedido fue el del Sportman, una tradicional tienda mendocina, con 100 años de historia. “Fue un trabajo muy lindo, es la historia de tres generaciones, que la atraviesa la historia política y económica de Argentina. Cuento cómo llegaron, las crisis que atravesaron, en su historia se puede apreciar la historia de los cambios culturales”, describe.
-¿Cómo surge esto de ser escritor a pedido?
-Yo venía escribiendo desde chico. Pero en 2009 un amigo me dijo que quería contar lo que le estaba pasando. Se había separado y no podía ver a su hija, estaba sufriendo muchísimo. Así nació “Hasta que vuelva a verte. Diario de un padre separado de su hija” (Ed. Cuatro Vientos, 2009). A él no le gustó, terminó enojado; pero es un libro que me gusta mucho. A partir de allí una tía de él me dice que quiere contar su historia a sus hijos, nietos y bisnietos, una mujer encantadora con una muy buena historia que merecía ser contada y que se entregaría a su familia después de que muriera.
-Es un trabajo poco común, al menos en Mendoza…
-Se usa mucho en Buenos Aires, lo usan mucho los políticos o empresas. En general se firman acuerdos de confidencialidad. En Mendoza somos dos o tres los que nos dedicamos a esto. Hay mucha gente que no sabe que existe.
-¿Hiciste muchos de estos trabajos?
-Llevo seis, uno de una empresa de Neuquén y el resto de Mendoza. Son historias de empresas y familias. De la mayoría no puedo revelar los nombres.
-¿En este momento en qué estás trabajando?
-Acabo de terminar el del Sportman, estoy con la vida de una familia y hay dos posibilidades más, una de ellas sobre una bodega.
-Cuánto tiempo te lleva un trabajo así?
-Es relativo, pero entre cuatro y seis meses. Es un trabajo al que se le dedican varias horas por día. Los lunes generalmente me dedico a entrevistar, y el resto de la semana a escribir. Es un trabajo que lleva mucho tiempo porque hay que recopilar datos, información.
-¿Tiene una parte psicológica también?
-Sí porque tenés que interpretar lo que te cuentan. Generalmente pido fotos, observo a los personajes, los estudio, los imagino. Es un desafío, tenés que hacer atractivo algo que generalmente es un plomazo, pero es excitante porque yo soy de afuera, tengo una mirada con un sesgo de virginalidad, observo cosas que para mi son raras, veo cómo se manejan desde adentro.
-¿Cómo fue esto de convertirte en un emprendedor del periodismo o de la escritura?
-No me veo así, cuando uno habla de emprendedores, me los imagino de 20 ó 30 años. Es un trabajo que me encanta, en el que tengo que interpretar lo que me cuentan y sin querer queriendo se está dando.
Rompí el idilio con el periodismo y no me iba a quedar sentado. Soy una persona que no se quiere aburrir y prácticamente no sé hacer otra cosa. A esta altura de mi vida podía elegir.
-¿Cuáles son tus proyecciones?
-Estoy trabajando sobre unos pedidos. Es un momento en el que estoy al 70% del ser humano porque en unos días inicio un tratamiento por una enfermedad complicada, pero soy un tipo que va al frente.
Más sobre “Roli”:
- Es periodista y escritor, nació en 1.967, trabajó en diarios y revistas, especialmente en tema Policiales.
- Ganó ocho premios en concursos de crónica periodística que están compilados en “8 Premiadas”, uno de sus libros.
- Sus libros son: Partes diarios (Ed. Diógenes, 2000); Entrevista con el bandido (Ed. Diógenes, 2006); Diario de un padre separado de su hija (Ed. Cuatro Vientos, 2009); Textos de periodismo para no morir en el bostezo (Ed. Diógenes, 2011); Canelo, el perro que esperó a su dueño durante 12 años (Ed. Diógenes, 2015); Ocho premiadas (Ed. Bruma, 2019).
Lo nuevo: El boxeador que sonreía demasiado
El más reciente de sus trabajos es “El boxeador que sonreía demasiado” (Ed Culturales, 2020), financiado por el propio autor y la editorial del Ministerio de Cultura y Turismo, salido del horno semanas atrás.
Cuenta parte de la historia del boxeador mendocino Alejandro Lavorante, que murió muy joven, cuando su carrera profesional iniciaba, producto de coágulos en la cabeza por los golpes recibidos. “No pudo alcanzar los sueños anhelados”, reflexiona el autor.
“En Argentina fue un desconocido, hasta que sus hazañas llamaron la atención de la prensa que, de a poco, comenzó a dedicarle páginas. En Los Ángeles, California, los diarios lo bautizaron “el lindo que pega duro”. Se difundió que las mujeres comenzaron a ir solas a las peleas para apreciar de cerca al hombre refinado que sonreía y se desplazaba en el ring”, dice la sinopsis.
“Alcanzó a estar tercero en el ranking mundial, a dos peleas de luchar por el título. Y hasta Frank Sinatra se interesó en él para una de sus películas. El boxeador que sonreía demasiado no es necesariamente una novela de box. Es el fresco de una época en la que el capitalismo más cruel comenzaba a mostrar sus dientes ya sin avergonzarse. Un adelanto de lo que vendría en una industria deportiva de carne y de sangre, donde el show debe continuar”, agrega.
“Este, como mucho de mis libros, fueron financiados por mi. En Argentina es muy difícil vivir de escribir libros. Me ofrecieron publicarlo digital, pero este libro quería que saliera impreso sí o sí”, confiesa.
El boxeador que sonreía demasiado ya se puede adquirir a través de la librería digital: Librería Pública Gildo D’Accurzio.
Contacto: rolandoariel@gmail.com