La alegría no es solo brasilera

(Por Fausto Manrique) Siendo más esquemático que improvisado y más previsor que azaroso, me inclino más por los rituales programados que por las fiestas sorpresa. Por este motivo, es que en la fecha de mi cumpleaños prefiero escaparme, a correr el riesgo de la desilusión propia y o ajena.

Hace un tiempo atrás que opté por festejar mi cumpleaños en modo viaje, sin importar que el destino quedase a 70 km de distancia; o a un vuelo de 2 hs; o a 6 hs manejando el auto. El objetivo es celebrar en un lugar y con un programa diferente a lo habitual. Una ciudad por descubrir, un restaurante nuevo, un espectáculo artístico, salir de bares o simplemente ir de shopping.

Se aproximaba el 7 de septiembre de 2.012 y yo no podía romper con mi protocolo. El ritual de festejar mi cumpleaños en algún destino más o menos cercano.

Por arte de la ley de atracción me llega una promoción, de un banco brasilero que opera en Mendoza, para obtener entradas para el recital de Gilberto Gil en Buenos Aires. Los satélites se comenzaban a alinear y en un par de minutos ya habíamos sacado los tickets aéreos, el alojamiento y los vouchers para el concierto, que dicho sea de paso, era el mismo día de mi cumpleaños.

Conociendo el gusto de mis suegros por la música brasilera, es que hago extensiva la experiencia y decidimos invitarlos a nuestro viaje festivo.

Nada más lindo que arrancar la mañana de tu cumpleaños, tomando un café con leche con una media luna con jamón y queso, en la sala de espera de algún aeropuerto.

Al poco rato, ya estábamos en Buenos Aires. Caminando por Palermo, Jardín Japonés, Planetario y haciendo un poco de shopping. Chequeando las muestras en el Malba y eligiendo algún lugar trendy para tener un almuerzo liviano y casual (Le Pain Quotidien), que nos permitiese poder descansar un rato y así, por la tarde, prepararnos para el gran show.

Minutos antes de salir del departamento comenzamos a debatir el lugar para ir a cenar después del recital. Lo más sencillo hubiese sido cruzarnos de vereda en busca de alguna pizzería de la calle Corrientes, pero decidimos ir tras la recomendación de La Cristi, mi suegra, a quien con profundo amor y admiración dedico este cuento.

Cristina Saez de Alba, fundadora de Petite Maison y de Las Alba, más de 50 años en el retail mendocino. Una mujer súper actual, moderna, con buen ojo para la tendencia y buena lengua para la crítica. Charlar con la Cristi de negocios era como tomar una clase de Marketing Estratégico en algún Posgrado. 

Liberándome de cargo y culpa, dejo en el conocimiento de mi suegra la parada gastronómica para coronar el final de la noche en Guido’s Bar. El bar de Guido es el típico bodegón porteño pero con impronta 100% italiana. Un bar que trabajaba con la puerta cerrada, solo con reservas y obvio que la Cristi ya había reservado. Una propuesta disruptiva para aquella época. Sin carta, ni menú. Atendido por el mismo Guido y servido desde la cocina al antojo del cocinero. Una mesa repleta de cuencos, tablas, fuentes y platitos. Gran variedad de fiambres y quesos, vegetales en escabeche, dátiles, frutos secos, aceitunas y corazones de alcaucil adobados, tomates hidratados en aceite de oliva, champignones rellenos, mini porciones de lasañas de berenjenas, albóndigas de cordero en salsa de tomate, salchichas parrilleras en brochette, distintas pastas y patés para untar, y una canasta central repleta de diferentes tipos de panes y panes saborizados. Sin dudas estaban todas las condiciones dadas para que nuestro maridaje se concretara con unos tragos con Vermut y soda de sifón.

Esta pornográfica escena repleta de bocadillos con inspiración italiana, iba a terminar siendo el rito final de una virtuosa macumba de música negra.

-“Taxi, taxi”- Desde Gutiérrez y La Finur a la avenida Corrientes. Teatro Gran Rex. Cientos de reflectores alumbraban el cielo y un cartel majestuoso, sobre el techo del teatro, con el rostro de Gilberto Gil sonriente con sus dientes nacarados,  nos daba la bienvenida al palier del teatro, o al avant premiere de una noche cargada de nuevas experiencias.

Medio maniático de llegar temprano a los aeropuertos (los invito a leer el día que conocí a Diego Armando) y de llegar temprano a los espectáculos,  es que tuvimos la suerte de descubrir y disfrutar de la música de la telonera de esa noche. Mientras los acomodadores ubicaban a los asistentes en sus respectivas butacas, Silvina Moreno nos daba la bienvenida con sus canciones.

Silvina Moreno, multi instrumentista,  súper joven por aquel entonces, debe de haber tenido unos 25 años. Recién llegada de estudiar de EEUU, en el Berklee College of Music. A esta altura Silvina ya había sido telonera de Bobby McFerrin y de Alicia Keys, y posteriormente grabaría canciones con Kevin Johansen y con Jorge Drexler, entre otros.

Ahí estaba La Silvina con su guitarra acústica, su simpatía, su frescura, su pollera corta, sus piernas largas, su repertorio con un poco de New Folk, un poco de Pop, su American English Pronunciation y su talento desparramado en el escenario del gran Gran Rex. Siendo ella la responsable de abrir la puerta de par en par de este teatro, o mejor dicho, de este palacio de culto, a uno de los reyes de la música brasilera.

Teatro lleno. Luces apagadas. Cuchicheo disperso y una voz en off, grabada, dando indicaciones del uso de los celulares. Ruido de ringstones, disminución de alter egos y posibles situaciones de distracción para los artistas.

Sentados a solo un par de filas del escenario y en dirección recta. Tratando de observar en la oscuridad la silueta del músico que estaba subiendo al podio y, a continuación, ubicándose en una silla. Intentando identificar en la penumbra si el sujeto en cuestión, era el Rey de la batuta.  

Silencio sepulcral y de pronto, -“Boa noite Buenos Aires”-, comienza a sonar un solo de guitarra, sin dudas era meu amigo pessoal Gilberto Gil. Arrancando por la canción número 1, Esotérico, del disco Banda Dois. Un disco sin desperdicios, el cual había tenido la suerte de comprar y disfrutar un par de meses antes. De todas maneras, muy lindo el disco, muy lindo el disco, pero sigo sosteniendo que como ver la música ao vivo, no hay. Y como ver ao vivo al groso de Gilberto, no hay nada igual.

Entre el rasguido y el punteo de su guitarra, su silbido melódico y su voz suavemente ronca,  habíamos entrado en una especie de hipnosis “african brasilera” o en un “trance esotérico profundo”.

Continua con su reportorio en solitario e interpela al público con una versión de A linha e o linho (el hilo y el lino), que habla de cómo se van construyendo la relación de parejas con el tiempo, del mismo modo de cómo se va bordando un mantel o una toalla. Una canción melancólica y cargada de emocionalidad. Las butacas se hicieron nubes, y el techo del teatro se hizo al cielo y el gran Gilberto se convirtió en el Chaman negro de una tribu de hipnotizadores seriales.

En este show intimista y acústico Gilberto no estaba solo. Al cabo de un par de canciones,  se sumaría al repertorio otro músico que por momentos hacía de segunda guitarra y coros, y por momentos desplegaba talento con un par de instrumentos típicos brasileros (Berimbau, Pandeiro, Repinique y el Shekere).

Conforme avanzaba el show, el ritmo de las canciones iba en aumento, pasando de la bossa nova a la samba y de un público silencioso y respetuoso a un público activo en palmas y coros.

Con los espectadores encendidos, sonó Chiclete com banana, con una cadencia musical tan alegre como el nombre de la canción. A esta altura ya disfrutábamos del show de parados y no podíamos evitar mover las caderas al compás de la música brasilera. Hasta que comenzaron a tocar Expresso 2222 y aquí es donde el Gran Rex se coronó en una gran escola de samba. La gente, en su gran mayoría porteños, bailaba y cantaba. La felicidad brasilera había invadido el rostro triste de gente sin gracia. Mi felicidad era plena, ya me podía retirar en paz.

La canción llegaba a su fin, el reloj marcaba pasada las 12,  la gente comenzaba a despedir al gran artista entre palmas y alaridos, y en una especie de mutación de notas musicales, invitan al escenario a Silvina Moreno y comienzan a cantar el feliz cumpleaños brasilero:

Parabéns pra você
Nesta data querida
Muitas Felicidades
Muitos anos de vida…

Estoy convencido de que Silvina, nacida un 8 de septiembre, se debe de haber sentido tan agraciada y bendecida por Gilberto Gil, como me sentí yo en el festejo de mi cumpleaños.

Las coincidencias son una versión casual de los milagros, donde Dios se mantiene en el anonimato.

Recomendaciones para una “mesa de bocadillos de inspiración italiana”.

Todo lo descripto en el cuento y más. El verano es inminente y el programa de preparar unas buenas picadas se convierte en un planazo para las noches cálidas, donde prender el horno o la hornalla da más calor.

Tres recetas alegres de ”Coktails con Vermuth”.

  1. Vermut Rosso: mucho hielo, soda o gaseosa cola y terminas con rodaja de naranja. Si te animás podés hacer una especie de Mojito con menta, limón y azúcar y un chorro de soda.
  2. Vermut Bianco: mucho hielo, con gaseosa lima limón, tónica o Ginger Ale (ya sé es difícil conseguir el Ginger Ale, en el cuento de “Donde las calles no tienen nombre parte 1, te explico como hacer tu Ginger Tea casero que es prácticamente lo mismo). Podés decorar con moneda de jengibre, hojas de menta o albahaca y pimienta negra en granos.
  3.   Vermut Dry: mucho hielo, vodka y le ponés la salmuera del frasco de aceitunas….(cuidado por que pega y no avisa) terminás decorando con una aceituna y una anchoa atravesadas por un palillo (que fea es la palabra escarba-dientes) .

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