Profesionales que, justamente, tienen a cargo la compra de la principal materia prima que se requiere para la elaboración de vino y que al cierre del encuentro dejaron también sus experiencias. Allí, desde Bodegas de Argentina, Milton Kuret (Director Ejecutivo), y Walter Bressia (Presidente), fueron los encargados de las palabras de apertura y cierre, respectivamente.
Al respecto, Merino brindó luego un resumen que refleja un panorama sobre la difícil situación que atraviesa el sector, ya que la cosecha de uvas de 2023 fue la más baja en décadas. Según expuso el especialista en Economía y Estrategia Vitivinícola, tal resultado estuvo directamente relacionado a eventos climáticos excepcionales, equivalentes a los que se observan en distintas regiones del planeta -competidoras en el mercado global de vinos- lo que otorga una cuota de incertidumbre hacia el futuro por la repetición de su ocurrencia.
“Este evento de la vitivinicultura argentina se da adicionalmente a otras situaciones que datan ya de varios años; como la menor cantidad de vino vendido por las bodegas, una considerable merma en la inversión en viñedos por baja rentabilidad y la acotada disponibilidad de crédito de largo plazo, en combinación con un cambio de hábito de los consumidores hacia categorías más altas de precios. Es decir, más allá de la coyuntura, el viñedo argentino ha disminuido su superficie y ha bajado su rendimiento”, remarcó el ingeniero Industrial.
Asimismo, el referente del CEEBA agregó que los precios de esta temporada para la materia prima fueron sustancialmente más elevados que los promedios históricos (medidos en moneda de igual valor adquisitivo). Lo que ha sido conveniente para los productores que sortearon con cierto éxito los accidentes climáticos pero que no compensa años anteriores de bajos precios con baja o nula rentabilidad, aseguró también.
“La rentabilidad en la producción de vinos se encuentra en niveles mínimos y esto no permite sostener en el tiempo valores elevados de la materia prima, un callejón que no parece tener salida en el corto plazo. En gran medida, las principales causas de esta situación, tienen que ver con el contexto macroeconómico argentino que se mantiene sistemáticamente bajo los ingresos de la población que no puede acompañar los elevados índices de precios. Esto afecta negativamente la demanda de vinos en el mercado interno. Por otro lado, también tiene que ver el deterioro del tipo de cambio en relación a la inflación, que no permite rentabilizar las exportaciones”, se explayó Javier Merino.
Seguidamente, analizó que si cambia el curso de la historia económica de la última década, podría esperarse una recuperación de la venta de vinos tanto en el mercado nacional como en las exportaciones. “Pero aparecerá la escasez de materia prima como limitante que sólo puede revertirse con inversiones de largo plazo, cuya respuesta productiva se puede esperar en no menos de tres o cuatro años. Lo que seguirá manteniendo al mercado de materias primas en una situación de negociación muy compleja”, reafirmó.
Finalmente, quien es también Magíster en Evaluación de Proyectos reflexionó acerca de una nueva época donde productores de uva y elaboradores de vino acuerdan y negocian con instrumentos innovadores hasta ahora poco utilizados y donde se alcanzan compromisos de largo plazo que tienen como destino final atender las exigentes necesidades de los consumidores de vino en un ambiente muy competitivo.
“El trabajo conjunto de ambas partes es clave para recuperar rentabilidad y dinamismo. Del mismo modo que hoy la fidelización es un activo intangible de alto valor en la venta de cualquier producto o servicio para generar sostenibilidad económica de largo plazo, este comportamiento se extenderá a lo largo de los distintos actores de la cadena de valor y aquellas empresas que mejor lo hagan obtendrán cuotas de mercado importantes en el largo plazo”, concluyó Merino, del Centro de Estudios Económicos de Bodegas de Argentina.