San Rafael ya vive sus primeras experiencias productivas, con resultados alentadores y una demanda que supera las expectativas. Buena parte del impulso proviene del sector gastronómico, donde chefs y cocineros profesionales valoran su versatilidad, su perfil saludable y su bajo impacto ambiental.
Cultivar gírgolas no requiere grandes superficies ni inversiones millonarias. Pueden producirse en pequeños espacios, como galpones o patios, utilizando como soporte troncos de álamo u otros residuos agrícolas. Esto las vuelve una opción atractiva para pequeños y medianos productores, especialmente en zonas con tradición forestal o vitivinícola, donde la biomasa sobrante puede convertirse en insumo.
A diferencia de la carne tradicional, las gírgolas no generan gases de efecto invernadero, no requieren agua en grandes volúmenes, ni necesitan alimentación suplementaria, lo que reduce notablemente su huella ambiental. Además, contienen proteínas, vitaminas del grupo B y minerales esenciales, lo que las hace ideales para dietas vegetarianas o reducidas en carne.
Un nuevo horizonte para el agro regional
La gírgola no solo representa una opción más saludable para el consumo humano, sino también una oportunidad para diversificar la matriz productiva del agro mendocino, especialmente en zonas como San Rafael, donde la reconversión productiva es un tema recurrente.
En un contexto de cambio climático, mercados en transición y consumidores más conscientes, cultivos como este marcan el rumbo hacia una producción más sostenible, rentable y alineada con las nuevas demandas del siglo XXI. La “carne del futuro” ya se produce en Mendoza. Y todo indica que recién estamos viendo el comienzo.
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